lunes, 4 de noviembre de 2013

Una realidad que debería admitir.

Quizás yo me conformaba con cosas pequeñas, como arder un tabaco en mis labios o presionar mis pies en la madera baja de la silla, formando un arco entre mis piernas. También observar la pila de libros en mi escritorio, tan desordenado como mis pensamientos, creyendo que algún día me voy a atrever a terminarlos; le tengo miedo a los libros largos, concatenados de páginas amarillas o blancas, me agradan de todo tipo. El tema es tenerle miedo a la perfección de las palabras; una idea que aspiro a comprender. Pánico a no razonar su verdadero significado y caer en la rueda de los incomprendidos lectores consumidores de esbozos fallidos, palabras que intentan quedar bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario